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PICOR CUTÁNEO: ¿QUE HAY MÁS ALLÁ DE LA ALERGIA? (PARTE II)

Diagnóstico: ¿Cómo averiguar la causa del picor?

El diagnóstico, basado en la historia clínica, debe orientarse hacia la búsqueda de la enfermedad que podría ser la causa del picor.

En la historia clínica (Anamnesis), además de concretar las características del picor (momento de presentación, localización, duración etc.), deben investigarse la presencia de lesiones cutáneas acompañantes, así como de síntomas y signos de enfermedades sistémicas (fiebre, perdida de peso, alteración del transito intestinal, fatiga o cansancio, etc.), la toma de fármacos que puedan producir picor, investigar posibles factores desencadenantes (frio, calor, agua, ejercicio físico, sudoración, factores emocionales, etc.), además de preguntar por viajes realizados (riesgo de parasitosis), relaciones de riesgo, presencia de animales domésticos, etc. 

También debe interrogarse sobre los antecedentes familiares (alérgicos, parasitológicos, tumorales, etc.) que puedan ser relevantes para el picor. 

Debe realizarse una Exploración Física completa para descartar enfermedades subyacentes (presencia de ganglios, aumento del tamaño del hígado, etc.) causantes de picor. Además, hay que buscar lesiones cutáneas primarias de enfermedades dermatológicas que puedan cursar con picor, además de explorar la coloración de la piel (ictericia o palidez cutáneo-mucosa) y su estado de hidratación. La piel seca (xerosis) pude producir picor, y en todo paciente con picor debe descartarse sarna (escabisosis) y buscar liendres. En algunas enfermedades cutáneas (dermatitis herpetiforme, penfigoide) o sistémicas (ciertos linfomas) el picor puede ser el primer síntoma de la enfermedad, antes de que aparezcan lesiones en la piel u otros síntomas. 

Descartada la presencia de enfermedades de la piel que cursen con picor, deben realizarse, en función de las sospechas clínicas, otras Exploraciones Complementarias analíticas (hemograma completo, bioquímica renal y hepática, niveles de glucosa, hierro y hormonas tiroideas, análisis parasitológico, marcadores tumorales, etc.) para descartar causas sistémicas del picor, así como otros estudios (pruebas alérgicas o radiografías, por ejemplo) si fueran precisos.

¿Cómo se trata el picor?

A la hora de tratar el picor hay que tener presentes la causa, la extensión y su gravedad. La primera medida terapéutica debería dirigirse al tratamiento de la causa o enfermedad que lo origina. Pero en muchas ocasiones el picor es de origen desconocido o la enfermedad causal no tiene un tratamiento curativo efectivo, por lo que solo es posible realizar tratamiento sintomático. 

Si la enfermedad que origina el picor tiene un tratamiento eficaz (como puede suceder en ciertos casos de alergia o parasitosis), el picor podría desparecer. A veces la enfermedad causal del picor requiere tratamiento quirúrgico para resolverse (retención biliar por cálculos biliares, por ejemplo), y lograr así la remisión de la molestia. 

Los antihistamínicos son útiles para el tratamiento sintomático del picor de origen alérgico. Sin embargo, tienen una eficacia limitada en el control del picor de causa sistémica y en el de origen desconocido, y en ocasiones (dermatitis atópica, por ejemplo) se administran con la finalidad de proporcionar sedación.

Hay otros fármacos que pueden ser de utilidad para el control del picor sistémico de otros orígenes, como la gabapentina (antiepiléptico) en el picor neurógeno, renal y hematológico, ciertos antidepresivos (doxepina o paroxetina) en el picor hepático, el asociado a linfomas, el neuropático o el psicógeno, los antagonistas opioides (naltrexona o naloxona) en el picor hepático y en el de origen central, la Aspirina para el picor asociado a policitemia vera, la rifampicina para el picor por colestasis (cirrosis), o el aprepitant (antiemético usado en quimioterapia) para el picor asociado a tumores.  En el prurito idiopático pueden ser útiles algunos antidepresivos y la gabapentina.

En algunos casos de picor localizado puede ser de utilidad el uso de cremas antipruriginosas con polidocanol, calamina, mentol o capsaicina. También pueden ser útiles, en caso de dermatitis o eccema, el empleo de cremas o pomadas con corticoides o inhibidores de la calcineurina (tacrolimus o pimecrolimus). No es aconsejable, sin embargo, usar antihistamínicos tópicos en ningún caso, por el riesgo de provocar fotoalergia.

La fototerapia puede ser beneficiosa, como adyuvante, en casos de prurito crónico de causa desconocida, en el picor renal, en el asociado a linfomas cutáneos y también en casos de psoriasis y eccema atópico. 

La terapia conductal puede ser útil para reducir el estrés y modificar comportamientos (interrupción del círculo vicioso picor-rascado), y el empleo de técnicas de relajación, en situaciones de ansiedad

Se deben aconsejar, siempre, unas medidas básicas para el cuidado de la piel que pueden resultar beneficiosas en todos los casos:

  • Evitar prendas de tejidos irritantes (lana o fibras sintéticas), y usar ropa de algodón, liviana y holgada.
  • Evitar el calor ambiental, los baños frecuentes, la ingesta de alcohol o de ciertas especias (picantes) y el contacto con sustancias irritantes (talco, alcohol, colonias…), así como el estrés. 
  • El baño (ducha) debe ser de breve duración, usando agua tibia y un limpiador cutáneo suave, no alcalino, y sin jabón, en escasa cantidad.
  • Es importante mantener una adecuada hidratación cutánea y usar regularmente cremas hidratantes y emolientes (urea), especialmente en casos de piel seca, para lo que también puede ser de utilidad el empleo de humidificadores ambientales.
  • Las uñas deben mantenerse cortas y limpias. Debe evitarse el rascado y si el deseo de rascarse fuera irresistible es mejor frotar la piel que pica con la palma de la mano. Para prevenir el rascado nocturno (inconsciente) puede recomendarse el empleo de guantes.


Dr. MANUEL DE BARRIO
. Médico Alergólogo. UECA.

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